domingo, 27 de enero de 2013

Capítulo 8.


-¡Liam! – Exclamé.
-¿Qué hacéis aquí? – Repitió.
-Sólo… sólo quería enseñarle mis dibujos.
-Enana, como mamá se entere os mata. Niall está aquí para darte clases de matemáticas, no para estar enseñándole tus cuadros. Será mejor que bajéis y volváis a las clases de siempre. – Me dijo Liam.
-Creo que aquí me enteraré mejor de las matemáticas, haciendo algo que me guste. – Le dije.

Liam me miró y se le dibujó una sonrisa en la cara. Era la única persona en el mundo que me entendía al 
completo.

-Te guardaré el secreto. – Añadió. – Pero ten cuidado y ser un poco más discretos, la escalera estaba abierta.
-Gracias grandullón.

Después de esa breve conversación y tras terminar de convencer a Liam, volvimos a la escena que hacía poco vivíamos.

Miraba a Niall a los ojos mientras su mirada iba hacia el cuadro que acababa de dibujar. Una casa típica con un sol.

-Así debemos de hacer con las matemáticas, amenizarlas. – Le dije.
-¿Crees que así ganaremos algo? – Protestó.
-¡Claro! Podíamos buscar maneras de dar las clases diferentes. No siempre en frente de un escritorio y un folio…
-Mira, _____. Creo que esto es una tontería… Muy bonito todo, tus dibujos fantásticos, pero creo que no es buena idea.

Mi cara borró la sonrisa inmediata de mi cara. De hecho, entristeció.

-Mañana nos vemos, ya es la hora de que me valla. – Musitó.

Y así hizo.  Bajó la escalerilla y sin ningún reconcome, abandonó la boardilla.

Yo miraba aquel dibujo que había hecho él. Quizá un niño de siete años lo hubiese hecho mejor, pero algo me decía que era el mejor dibujo que había visto, quizá porque lo habían hecho sus manos, lo había hecho con él.

Quería darle algún toque mágico. De nuevo y tras años sin hacerlo, cogí la brocha y comencé a dibujar sobre aquel dibujo tan soso.

Me sentía bien, me sentía llena. Me sentía como si estuviese haciendo algo con él, pero sin él estar presente.

Media hora tardé en arreglar aquel cuadro, quedó fantástico. Sacudí mis manos y dejé la paleta en una mesa. Aún no lo había terminado, pero me estaba entrando hambre.

Decidí bajar a la cocina y así comer algo. Así lo hice. En la cocina no había nadie. Una nota decoraba la encimera. Era de mi madre. Había ido a comprar. Mi padre trabajando al igual que mi hermana Anne, y Liam, seguramente andaría por ahí arriba.

-¿Ya se ha ido Niall? – O no, Liam acababa de aparecer por la puerta.
-Hace un rato.
-No me he enterado.
-Ya, se fue algo rápido.
-¿Qué hacíais ahí arriba, ____? – Su cara parecía ser la de un policía en un interrogatorio.
-En realidad ni yo lo sé… pretendía que…
-¿Qué te pasa con ese chico? – Me interrumpió. – Cada vez que le ves empiezas a ponerte nerviosa, intentas que él esté cómodo a tu lado y ayer fue quien te acompañó a casa.

Estaba lavando una manzana para desayunar, de repente, el agua fría que caía por mis manos se convirtió en agua aparentemente ardiendo. Mi sangre parecía haberse coagulado cuando escuchó decir eso a mi hermano.

Liam estaba viendo lo mismo que mi subconsciente veía, pero él lo veía desde el exterior, yo sin embargo, desde el interior. Por más que intentase que nadie se diese cuenta, no me acordaba de que Liam lo iba a hacer, e incluso tardo demasiado en decírmelo.

-¿Qué me va a pasar? – Exclamé. – Sólo que es algo borde y intento ser más cercana.
-¿Más cercana? A la boardilla solo has subido con la abuela, ni si quiera has querido subir conmigo. ¿Por qué con él sí?

 ‘Liam tiene razón, la tiene’ Mi subconsciente me gritaba. Obviamente, era la primera vez que estábamos de acuerdo.

-Quiero aprobar matemáticas, sólo eso. - ¿Enserio? ¿Te has escuchado, _____? ¿Sólo pretendes aprobar matemáticas subiéndole a aquel sitio? Subconsciente, silencio.
-Bueno, intentes lo que intentes, no olvides que es el novio de tu hermana, y te saca unos añitos. – Liam me giñó el ojo. – Ahora, me voy a dar una ducha, creo que para comer tenemos visita.

Abandonó aquella cocina. Yo me mantenía mirando las agujas de aquel reloj que había en la cocina, mordiendo aquella manzana, recordando todo aquello que me acababa de decir Liam y pensando en la difícil situación que se me vendría encima si todas las suposiciones que estaban en mente llegasen a pasar de verdad.

Din don. El timbre. Mis pies descalzos se deslizaban por el suelo mientras mi boca mordía los restos de manzana que quedaban hasta llegar a la entrada de la casa. Giré el pomo.

-Oh, Dios. – Fue lo único que pude decir. Me esperaba que fuese mi madre, mi padre, Anne.
-Hola, preciosa. – Chico alto, fuerte, moreno, ojos verdes. Una gorra para atrás y unos pantalones ajustados, camisa ancha. Marcos, ¿qué hacía ahí?
-Marcos… Hola, hola. Perdón, yo… me esperaba a todo el mundo menos a ti… - Mis pintas, mis pelos, mi manzana mordida en la mano… ¡Pobre muchacho!
-Tranquila, sólo pasaba por aquí con el Skate. – Señaló su tabla de Skate. – Y pensé en saludarte.
-¡Qué amable! – Le exclamé, yo le sonreí. -¿Quieres pasar?
-No, no. Me voy ya. Pero si quieres, esta tarde podíamos ir a dar una vuelta por la playa y a tomar algo, yo invito.
-Perfecto. – Le sonreí. - ¿Quedamos a las seis?
-Eso está hecho. Hasta luego. – Marcos colocó su gorra y cogió su Skate con la mano derecha. Después me enseñó sus perfectos dientes en una sonrisa. Allí a lo lejos estaba su hermano, Harry, que era tan parecido a él.

Sin embargo, el hermano de Marcos miraba en una dirección, la puerta de mi casa. Bajé un poco la mirada para ver a qué le prestaba tanta atención aquel chico y me di cuenta de una cosa: Mi hermana Anne. Pero no, no estaba sola. Estaba con Niall. ¡NIALL!

Atravesaron el patio sonrientes, agarrados de la mano. Pelotazos dominaban mi estómago. La silueta de Marcos abandonando mi patio ya era lo último importante en esa situación.

Mi hermana le miró con cara extrañada, después le saludó a la vez que él y me miró a mí.

-¡¿Ese es Marcos Styles?! – Exclamó cuando estaba a mi lado.
-Sí, el mismo… - Dije yo mirando de reojo a Niall.
-¡¿Y qué hacía aquí?! No estará con mi hermanita… - Dijo mi hermana con sonrisa picarona.

Miré a Niall. Su cara estaba pendiente de mí. Sus ojos iban directos a mis ojos. Parecía que estaba ansioso de que diera una respuesta a aquella pregunta que me acababa de hacer mi hermana, pero, ¿por qué? ¿Qué más le daba a él si ese tal Marcos era mi novio o no? A él le influía nada y menos… 


lunes, 14 de enero de 2013

Capítulo 7.


Me levanté de un salto de aquella cama. Las ocho y media de la mañana. ¡Se me habían pegado las sábanas! Ahora no me daría tiempo a arreglarme y todo. Debería incluso desayunar engullendo.

-Enana, te buscan. – La voz de mi hermano Liam me alertó aún más.
-¿Quién? –A penas me había incorporado de la cama.
-Creo que tu profe.

Instantáneamente cerró la puerta y yo me levanté corriendo de la cama. La coloqué un poco por encima y empecé a rebuscar en los armarios. Perfecto, no encontraba nada que ponerme, ¡y aún quedaba vestirme! 

Al final me decidí por unos pantalones cortos de medio chándal y una camiseta de manga corta algo ancha. 
Comencé a cambiarme lo más rápido que pude para no hacer esperar más a aquel rubito.

-¿Se puede? – Dos toquecitos en la puerta me alertaron. ¡Yo estaba en sujetador!
-No, ¡no se puede! – Me tapé instantáneamente con la camiseta, pero creo que fue tarde.
-Oh, Dios mío, lo siento. Yo… - Aquel rubito se tapaba la mitad de la cara con los libros mientras desviaba su mirada hacia el suelo. Yo me di automáticamente la vuelta para que el no pudiese ver nada.
-¡Aprende a llamar! – Le dije entre sonrisas.
-Pensé que… bueno… jamás hubiera imaginado encontrarte así… -Dijo.
 Niall estaba ruborizado. Parecía realmente avergonzado de lo que acababa de hacer. Dos segundos más tarde, la silueta femenina de mi hermana, posaba un pie suyo en la entrada de mi cuarto.
-¿Qué os pasa? – Anne hizo un intento de risa mientras arrugaba el entrecejo.
-Nada, ¿qué va a pasar? – Dijo.
-Bien, bueno. – Anne sonrió. – Me voy a trabajar ya. Este trabajo es una monada. Además, hay gente maravillosa.

Acto seguido, Anne se agarró del cuello de Niall y juntó su nariz con la de él. Mi mirada no podía ir a otro sitio que no fuese la pareja acaramelada formada por mi hermana y por… ‘mi cuñado’. Después de ese apoyo de narices, llegó lo más temido: El beso. Ese chasquido de labios que hizo que mi corazón y mi estómago se juntasen creando un juego de sentimientos increíblemente fuerte. Mis latidos se apresuraban y mi respiración se aceleraba. Mi rabia parecía arder por las arterias de todo mi cuerpo mientras mi cabeza intentaba calmarme.

Al fin, después de ese eterno beso, Anne me miró, me sonrió y abandonó aquella sala. Mi cara de atontada continuaba dibujada en mi rostro. Atontada y perdida.

En ese justo momento, Niall me miró y me insinuó que deberíamos de empezar. Yo, simplemente me sacudí aquel moño que decoraba mi pelo y me acerqué a él. No quisimos comentar ninguno de los dos nada de lo que había pasado anoche, y tampoco de la escena que acabábamos de vivir.

Niall sacó como el día anterior su calculadora y sus libros, algún taco de folios y bolis.

-Hoy continuaremos con algo de álgebra. – Me informó.
-Perfecto. – Le sonreí.

Algo me cortó cuando vi que el de nuevo me miraba y se extrañaba. Parecía que la mirada de complicidad que teníamos ayer por la noche, había desaparecido, no existía. No existía aquel Niall amable de nuevo. Sus ojos de nuevos estaban apagados y su rostro solo mostraba seriedad.

Solo se escuchaba como la vez anterior las agujas del reloj en toda la habitación, sólo eso hasta que su voz comenzó a retumbar en las paredes.

-¿Estudiaste algo? – Me preguntó. Yo levanté medianamente la cabeza y le miré de reojo.
-¿Te soy sincera? – Le solté una sonrisa.
-Debes. – Su seriedad hizo que mi sonrisa desapareciese.
-¿Qué te ocurre? – Esa pregunta salió sola de mi boca. La había pensado pero jamás pensé en llevarla a cabo. –Mierda. – Susurré al darme cuenta de lo que acababa de soltar.
-¿A mí? – Él pestañeó un par de veces, yo asentí con la cabeza.- ¿Qué me va a pasar?
-Ayer no eras así.
-Me pillaste en las horas amables.

Mi mirada era de desconcierto absoluto. Incluso recuerdo que la impotencia era tan grande que quería romper algo. Quizá a llorar.

- Esto me parece aburrido. Creo que ninguno de los dos vamos a ganar nada. Ni yo que apruebes, ni tu aprobar. – Añadió.

En ese momento, mis manos chocaron con la mesa y impulsaron la silla de ruedas del escritorio hacia atrás, todo esto bajo la atenta mirada de Niall.

-Vamos. – Le dije señalándole el espacio que había entre mi silla y la suya para permitirle el paso. – Levanta.
-¿Para qué? – Me preguntó.
-Tengo una idea.

Abrí la puerta de mi habitación sin intentar hacer mucho ruido y sin levantar sospecha a mi madre. Miré hacia atrás donde se encontraba Niall a dos centímetros de mí. Agité mi cabeza hacia la izquierda indicándole que el camino era para allá. Después puse mi dedo sobre mi boca intentándole decir que no hiciese demasiado ruido.

Los dos comenzamos a andar hacia la escalerilla de la boardilla. Despacio tiré de la cuerda que las bajaba.
-Vamos. – Le susurré.

Comenzamos a subir a aquella boardilla a la que hacía años que no subía. Como cinco. Desde que dejé de pintar la abandoné.

-¿Por qué me traes aquí? – Dijo Niall cuando ya le permití hablar.
-A los dos nos aburren las clases típicas de matemáticas. ¿Qué te parece si en vez de darlas con números las damos pintando?

Niall de nuevo arrugó el entrecejo en signo de no entender nada.

-Verás… -Comencé a explicarle. – Siempre me ha encantado pintar y mi madre de pequeña me amoldó esta boardilla para mis ratos de dibujo. Me tiraba horas, días incluso semanas haciendo cuadros. – Le expliqué mientras me acerqué a un gran sobre donde guardaba todas las láminas dibujadas. – Desde la muerte de mi abuela, jamás volví a subir aquí, solo una vez. Era ella quien me daba ideas y quien me acompañaba siempre que podía a que pintara.

Sacudí el enorme sobre para que las láminas saliesen libremente. En esos dibujos había pinturas de frutas, de ventanas, paisajes, instrumentos y unas manos.

-Guau… - Se asombró Niall. – Eres realmente buena.
-Esas manos son de mi abuela. – Le expliqué. – Fue el último dibujo que hice después de que muriese, la última vez que subí aquí, hasta ahora. Quería reflejar el recuerdo de esas maravillosas manos para siempre. El recuerdo de esas antiguas pero perfectas manos que ella tenía. Las que me enseñaron a dibujar.

Niall parecía no dar abasto con toda esa historia y su boca permanecía abierta. Incluso parecía emocionado.

-¿Qué te parece si damos las clases de matemáticas dibujando? – Le sugerí.
-¿Y cómo es eso? – Preguntó levantándose de aquel banquete.
Abrí aquel caballete donde hacía años apoyaba las láminas.
-No sé dibujar. – Confesó Niall.
-¿Quieres que te enseñe?

Niall me miró indeciso pero con una vaga sonrisa.

-¿Y si nos pillan? – Me dijo.
-Ven, no tengas miedo.

Niall se colocó en frente de la lámina en blanco. Yo, me dirigí a aquel baúl donde guardaba los colores más primarios. Los abrí y me sorprendí de que la mayoría aún siguiesen intactos, de algo serviría aquel baúl tan feo que me regaló mi tía en mi séptimo cumpleaños. Después, abrí la manta de las brochas y elegí las más sencillas para que los trazados de Niall no fuesen muy gruesos y no se asustase.

-Ten. – Me acerqué a él y le cedí la tabla donde le había puesto los colores primarios. – Explícamelo con colores. Dibuja las reglas más importantes en rojas, las secundarias en azul y las terciarias en amarillo.

Niall simplemente se limitó a sonreír. Aun que no lo admitiese, estaba segura de que le estaba pareciendo buena idea aparte de entretenida.

-Espera. – Le frené. – Así no se coge el pincel.

Posé mi mano en su brazo derecho arrastrándola hasta llegar a su muñeca. Me puse detrás de él para poderle guiar. Su mano se dejaba llevar por la mía mientras yo estaba envuelta en su perfecto aroma que desprendía su cuerpo.

Algo recorría mi estómago. Algo intenso. No sabía exactamente que era, pero algo que crecía y no parecía mantenerse quieto por mucho tiempo. Algo, que solo un rubito de ojos azules y de mofletes perfectos, podría crear en mí.

-¿_____? ¿Qué hacéis aquí? – Una voz detrás de nosotros retumbó. Solté inmediatamente el brazo de Niall y él dejó caer el pincel el cual manchó toda la moqueta que decoraba aquella boardilla. No tenía palabras, no sabía que decir. 



jueves, 10 de enero de 2013

Capítulo 6.


-Tío, ¿qué haces defendiendo a la niñata esa? Enserio, aléjate de ella. – Eso que decía aquel chico era tan repugnante que me daba hasta pena. Sin embargo, quise hacer caso a Niall y confiar en él. Sabía que él podría controlar la situación.
-Deja de decir a todo el mundo lo que debe de hacer y preocúpate de ti primero.  

Niall cogió mi brazo y comenzó a andar para adelante. Yo me dejaba guiar por sus empujones mientras mi cabeza seguía mirando el panorama de atrás.

Andábamos unos metros más adelante y yo ya dejé de observar aquella situación, simplemente porque la acera me lo impedía. En ese momento Niall me soltó el brazo. Mi cuerpo se agitó un poco y quedó quieto en el asfalto para no perder el equilibrio.

Ese chico rubito continuaba andando sin darse cuenta de que yo me había parado pasos atrás. O quizá sí se dio cuenta, pero no quiso parar. Simplemente levanté la cabeza, apresuré el paso y me situé a su lado de nuevo.

Le miraba de reojo intentando convencerme que la perfección física existía. Esas faciones tan definidas y perfectas, esos ojos tan claros y profundos, esa sonrisa tan perfecta. Sus mofletes colorados y sus labios perfectamente rosados.

-Prefiero que olvides todo lo de esta noche. – Decidió decirme.
-¿Olvidar? – Pregunté extrañada.
-Seguro que te quedaste con mala imagen de mi e irás a contárselo a tu madre. –La mirada de ese chico iba hacia el asfalto por donde, a esas horas, no circulaba ningún coche.
-¿Estás loco? – Reí intentando transmitirle tranquilidad. – No pienso decirle nada.
-No me perdonaría perder a una chica como tu hermana por culpa de mis amigos. – Me confesó.

Una chica como mi hermana. Esas frases golpeaban cada parte de mi cabeza y de mi pecho. Claro, olvidaba que ese chico tenía novia, y lo peor, era mi hermana. Pero, ¿por qué decía lo peor? ¿A caso me influía a mí en algo que ese chico fuese novio de mi hermana?

-Tranquilo. – Le dije. Me quedé unos segundos en silencio. – No haré nada que te pueda hacer daño. Y mucho menos que pueda poner en peligro tu relación con mi hermana.

Veía que era la única manera de agradecerle lo que acababa de hacer por mí, el callarme ante mi madre.

-Gracias… - Dijo.

Esa tímida palabra abandonaba su boca. Yo, simplemente, le sonreí.

-¿Me vas a acompañar a casa? – Le pregunté al ver que paseaba conmigo a través de las calles que conducían hasta allí.
-No creo que sea buena idea que una chica como tú ande sola a estas horas.

Niall me estaba protegiendo. ¿Qué le había hecho esa fiesta? Parecía que la bebida que se le derramó por su cuerpo le cambió completamente y ahora, en vez de ser un borde insoportable, era un cielo de chico.

-Por cierto. – Añadió. – Perdón por llamarte esta mañana niñata… Creo que aún no te conozco lo suficiente como para juzgarte. A parte, me acabas de demostrar delante de Zayn que no lo eres.

La luz de la luna alumbraba la calle. Las farolas que la decoraban a penas servían para ver un par de pasos más adelante que donde estábamos. Definitivamente, esa bebida tenía algo. Algo que estaba haciendo que aquel chico hubiese cambiado completamente su manera de ser conmigo de la noche a la mañana. Pero, ¿por qué?

Unos siete minutos quedarían para llegar a mi destino. Algo me decía que no quería que llegase esa hora de despedirme de Niall. Ahora, simplemente me consolaba que a la mañana siguiente vendría a darme clases de matemáticas y le volvería a ver.

-Debo de reconocer que pensé de todo sobre ti cuando me dijiste eso de niñata. – Confesé. – Pero también debo de decirte que esta noche me has demostrado que detrás de ese chico insoportable y prepotente que parecías ser, se esconde alguien majo. – Le sonreí.

Su tímida y perfecta sonrisa de nuevo asomaba.  Su cara se cambiaba y era el límite de la perfección.

-Debo de decirte algo yo también.

Niall soltó aquella misteriosa frase. Mis ojos se abrieron como platos y mis oídos se fueron a prestarle atención a aquella frase que querría decir. ¿Decirme algo? ¿A mí? ¿El qué? Y, ¿Por qué mi corazón latía más apresuradamente cada vez que hacía una de esas preguntas?

-Ya hemos llegado a tu casa.

Vale. Debo de admitir que me fui por otro camino. Otro diferente, del que nunca debí de salir.

-Ah. – Dije sorprendida. – Sí, claro.

Rebusqué en mi bolso las llaves de mi casa y las saqué. Las encajé en la puerta del exterior y abrí la puerta de metal.

-No sé si Anne habrá llegado ya… - Le dije.
-Tranquila, no quiero molestarla. Mañana te veo.

Tras esas palabras, Niall me cogió de la cintura y se abalanzó sobre mí para darme dos besos en signo de despedida. El aire que nos rodeaba atrajo a mí su perfecta fragancia y me quedé envuelta entre un sinfín de sentimientos.

-Claro. – Alcancé a decir.

Él, comenzó a andar calle arriba mientras que yo, simplemente, me quedaba mirándole embobada.
Ahora solo me quedaba algo: Esperar hasta las nueve menos cuarto para que ese chico entrara por mi puerta.

Este verano, era muy diferente al que siempre había soñado cuando cumpliese mis diez y ocho años. Pasó de ser el verano perfecto, a ser el verano que cualquier persona pudiera odiar. Todo el verano encerrada en casa, en frente de un libro de matemáticas y sin si quiera saber si aún así las aprobaría. Lo que yo aún no sabía es que pensando que iba a ser el verano más aburrido de mi vida, se convertiría en uno de los mejores, sin duda. 


lunes, 7 de enero de 2013

Capítulo 5.


Cogí aire y levanté la mirada. Allí arriba estaba quien menos quería que estuviese: Ese chico rubito que se hacía llamar Niall. Ahora entendía al completo porque dijo ese ‘tú’ Es que, ¿no había fiestas y sitios en la ciudad como para venir a dar a la misma fiesta y en otra situación embarazosa?

-Me acabas de empapar. – Se quejó.
-Ha sido sin querer. – Le contesté.
-¿Qué haces aquí? – La música estaba demasiado alta, pero parecía que ese chico tenía un amplificador imaginario para que su voz retumbase en mi cabeza claramente.
-Podría decir lo mismo. – Le dije.
-Al final no me hiciste caso y saliste.
-¿Desde cuándo eres tú el que me da órdenes de qué tengo que hacer?

Ese chico acababa de sonreír. Esa magnífica sonrisa que me sorprendió. No sabía a que venía.

-¡_____! – Marcos exclamó mi nombre. -¡Vamos!
-Ya voy. – Le contesté.
-Mejor voy a pedir a alguien una camiseta de recambio… - Dijo Niall.

Me sorprendía que no se hubiera cabreado. Ni si quiera había puesto una cara de asesino cuando vio mi bebida vertida por su camiseta.

-Bien… - Le dije.
-Hasta luego. – Se despidió.

Empezó a esquivar a la gente y yo le miraba pensando en que debía de pedirle perdón. Miré a Marcos y tras su mirada corrí tras Niall. Él se quedó confundido, pero yo lo ignoré.

-¡Niall, Niall! – Exclamé. Fui detrás de él hasta que conseguí que me escuchase. Él se giró.
-Disculpa por… mancharte. – Dije arrepentida.
-No te preocupes, se secará de aquí a que me valla. – Dijo.

¿Enserio ese era el Niall de estos últimos días? Parecía estar más amable. Bueno, parecía no, estaba más amable.

Niall me sonrió y desapareció. Se iba con unos amigos que le esperaban ahí, Anne hoy salía con sus amigas. 

Me quedé mirándole fijamente hasta que desapareció con aquellos dos chicos más.

-¿Qué haces aquí? Marcos te está buscando como loco. – Amy estaba detrás de mí.
-Ese chico… es raro. – Le dije aún sin quitarle ojo.
-¿Qué chico? – Preguntó extrañada ella y a la vez asombrada por la tonta sonrisa que se me acababa de dibujar.
-Niall. – Contesté segura.
-¿Estás loca? Es el novio de tu hermana.

En ese momento abandoné totalmente el mundo en el que vivía. Abandoné totalmente aquella situación y regresé a la realidad: El novio de mi hermana;  No podía consentir que aquella sonrisa se me volviese a dibujar, porque como bien había dicho Amy, era el novio de mi hermana. Pero, ¿por qué se me dibujó tan tontamente? Sinceramente, esa situación era rara.

-Iré con Marcos. – Dije intentando salir de aquella incómoda situación.

Desaparecí de su lado y comencé a buscarle por toda aquella gente. Marcos estaba sentado en uno de los sillones del jardín interior. Sus manos sujetaban un zumo mientras sus brazos estaban apoyados en sus piernas y su mirada iba hacia el suelo. La música ya no se escuchaba tan fuerte así que, ese era el sitio perfecto para mantener una conversación.

-Hola… - Le dije apurada.  Él levantó la mirada.
-Pensaba que te ibas a ir con aquel chaval. – Su voz mostraba algo de celos.
-¿Por qué iba a hacerlo? – Pregunté sentándome a su lado.
-Tu cara mirándole era todo un poema.
-Ese chico es prohibido.
-¿Prohibido?
-Prohibido. – Confirmé.
-Bueno… en ese caso…
-¿Me das un trago de tu zumo? – Le interrumpí. – Mi bebida terminó… bueno… ya sabes.
-Claro. – Me ofreció el vaso.

Comencé a beber de ese vaso un trago pequeño mientras que él no me quitaba ojo. La verdad es que sus ojos eran bonitos y su mirada era muy dulce.

-¿Interrumpo? – Un chico con el pelo de media estatura y rizado se cruzó en nuestra conversación.
-No, para nada. – Contestó Marcos. –Este es Harry, mi hermano. – Me lo presentó.
-Hola. – Le saludé. Él me sonrió y me dio dos besos.
-Marcos, te recuerdo que ya es tarde… - Harry estaba metiendo prisa a Marcos.
-Sí, ya voy. – Contestó Marcos.
-Encantado.

Sonrió Harry y desapareció de la escena entrando de nuevo a aquella aglomeración de gente.

-¿Tu hermano? – Pregunté.
-Un año mayor. – Contestó.
-Ahora que lo dices, os parecéis. – Sonreí.
-Bueno, creo que debo irme. – Dijo Marcos. – ¿Quieres que quedemos algún día? – Sus mofletes empezaron a enrojecerse y su sonrisa se dibujó en la cara.
-Claro. – Acepté.
-Bien, pues…
-Ten. – Saqué mi móvil para que apuntase su teléfono. – Te llamaré.
-Bien. – Sonrió. –Hasta pronto.

Dos minutos tardó Marcos en desaparecer y dos minutos tardaron Amy y Sophie en venir a interrogarme.

-Oh, Dios. ¡Marcos y tú vais a quedar! ¡Marcos! Encima, has besado a su hermano. ¿Te has dado cuenta? Su hermano. Ese pivón… - Amy parecía morir.
-Amy. – Le dijo Sophie. – ¡Tranquilízate! – Yo soltaba pequeñas carcajadas.
-Chicas, yo me voy ya. – Les informé.
-¡¿Ya?! – Exclamó Amy.
-¿Te acompañamos? – Preguntó Sophie.
-No, iré yo sola.

Las sonreí y las abracé en signo de despedida. Después de eso, comencé a andar esquivando a toda aquella gente que aún permanecía en la casa de aquella chica. Al fin llegué a la puerta del exterior que comunicaba el patio delantero con la calle y la casa. Al llegar a la puerta exhalé aire.

Comencé a bajar las escaleras de ese porche que adornaba la entrada a la casa. En frente había un coche aparcado con puertas abiertas y con música algo elevada. Un grupo de chicos estaban alrededor y solo alcancé a ver a un grupito de tres que estaban apoyados en el capó. Achiné los ojos para asegurarme de que era real lo que estaba viendo: Ese chico que estaba ahí era Niall. ¿Con esa gente? En ese instante pensé en mi madre. Jamás perdonaría a un chico así en su casa, y menos siendo novio de su hija.

Continuaba bajando y me percaté que uno de los chicos que estaba con Niall se dio cuenta de que no les quitaba ojo. Se acercó a Niall y le dijo algo al oído. La mirada de ambos se dirigieron a mí. La cara de Niall de nuevo me hipnotizó, pero no quise pensarlo más y agité mi cabeza.
Atravesé el arco de esa entrada y me dirigía calle abajo.

-¡Eh! ¡Morena! – Uno de los chavales comenzaba a gritar. -¡Oye! – Parecía que se estuviese dirigiendo a mí.

Se callaron unos segundos y comencé a escuchar confusos balbuceos entre los que solo alcancé a entender una pregunta: ¿Cómo se llama? La voz de Niall contestando esa pregunta me hizo apretar los ojos y que apareciese el deseo de darme media vuelta y soltarle una patada en la entrepierna a todos. Apresuraba el paso para desaparecer de aquella calle lo antes posible.

-¡_____! ¿No escuchas? – De nuevo apreté más los ojos y me mordí el labio conteniendo las ganas de girarme. -¡HOLA!

La voz elevada detrás de mí hizo que me girase. El chico moreno que hizo que quedara en evidencia delante de Niall en una bicicleta días atrás se encontraba en frente de mí.

-¿Qué quieres? – Le dije extremadamente cabreada.
-¡Uoh! Encima con carácter. – Exclamó soltando sonrisas.
-Dime. – Insistí. -¿Qué quieres?
-Niall nos ha dicho que eres una niñata. Parece que lleva razón. – Rió. Risas detrás de él retumbaban. La música del coche llevaba un rato apagada, con lo que escuchaban todo lo que hablábamos.
-Me da igual lo que piense Niall o lo que penséis tú y tu grupito de inmaduros sobre mí. No me influye para nada. – Le contesté.
-¿Te vienes a pasar un buen rato? – Me dijo con una sonrisa pícara.
-¿Eres gilipollas? – Le contesté con una sonrisa irónica. La suya desapareció de su rostro y chistó.
-Encima de niñata, creída. Qué asco de pijas.

Ese chico se subió a la bicicleta y escupió. Intenté echarme para atrás pero no llegué a tiempo. Su saliva salpicó en todo mi vestido.

Me miré y cambié mi cara de asombro. Comencé a andar detrás de él. Quizá debía de haberme dado la vuelta y haber continuado con mi camino, pero la impotencia de ese escupitajo en mi vestido me ganó y fui detrás de él.

-Si eres tan machito, ¿qué haces escupiendo a tías? – Le dije.

Voces de sus amigos comenzaban a hacer eco con sonidos como ‘Uo’ ó ‘lo que te ha dicho.’

-¿Qué quieres? – Dijo acercándose a mí. -¿Más pelea? A dentro tengo tías que no se andan con rodeos y te dejan la cara plana.
-Tíos como tú me dan pena. – Le susurré.
-¿Sí? – Rió irónicamente. – Chst. – Chistó de nuevo. – Llamad a las chicas. A ver qué tal se las apaña.
-Eh. – En ese momento Niall se dignó a bajar del capó y parar los pies a su amigo. –No te pases, tío.
Yo me retiré para dejar paso a Niall.
-Te has pasado, Zayn. – Añadió.
-¿Qué después de llamarle niñata la defiendes? – De nuevo aquel chico que debía llamarse Zayn, sonreía.
-No hace falta que me defienda nadie. Se hacerlo yo solita. – Le dije.
-Cállate, _____ . – Me ordenó Niall. – Y tú, Zayn. Vete a meterte con chicas más de tu edad, porque eso de meterte con gente más pequeña que tú, y encima chicas, algo patético sí que es.

Una sonrisa se dibujó en mi rostro. La intenté disimular, pero no pude. Me escondía tras la espalda de él y sentía como era un escudo bastante seguro. Se estaba enfrentando a sus amigos para defenderme a mí, así que, tan mal chico, no sería.  



miércoles, 2 de enero de 2013

Capítulo 4.


-Pues, haz este ejercicio tú sola. – Me obligó Niall.

Miraba el folio donde un poco más arriba se encontraba el ejercicio que acababa de escribir Niall. La única manera de saber cómo hacerlo y no perder la dignidad con él más de lo que ya lo había hecho, era usar el sentido común: Debería de hacer los pasos que aparentemente parecía haber hecho él. Miraba y pestañeaba sobre esa operación. Nada. No sacaba ningún sentido común. ¿Qué me pasaba? A mí eso me sobraba. 

Quizá fuese la mirada de Niall posada en mi cara la que me estaba intimidando y no me dejaba 
concentrarme.

Algo hizo que me sobresaltase. Mi móvil comenzó a sonar y retumbó por toda la habitación siendo lo único que sonaba en ella. El gran sonido me asustó y, como ya dije, acababa de perder otra pizquita de dignidad.

Miré a Niall intentando que el comprendiese que debía de coger el teléfono, pero ni siquiera me dedicó una mirada, comenzó a pulsar el botón de su bolígrafo y comprendí que a él le daría igual si aceptaba la llamada.

-¿Sí?
-______. ¡Buenas noticias! Esta noche hay una fiesta en la casa de mi vecina. ¿Vienes? – Era Amy. Su espíritu fiestero jamás moría. Es más, este verano crecería más.
-No tengo muchas ganas de fiesta, la verdad… - Me quejé. 
-Bueno, aviso que debes de venir. Dicen que será la mejor fiesta de todo el verano. Además, irá Marcos, ¿te suena? Luego te llamo y me confirmas. – Me dijo efusivamente Amy. –Adiós.

Marcos. Ese chico era el prototipo de chico perfecto: Alto, moreno y con ojos verdes. Piel morenita y sus rasgos eran tan perfectos que definían su cara como la perfección. Como ya dije, jamás me fijé en ningún chico hasta el punto de llegar a enamorarme, ni siquiera en Marcos. Sophie y Amy siempre decían que ese chico siempre me comía con la mirada cada vez que pasaba por su lado, pero yo nunca me daba cuenta.

-¿Ya? – Intervino Niall.
-Eh… sí… lo siento… - Me excusé.
-Pues ya es hora de irme. – Su voz seca de nuevo se apoderó de la situación. – Será mejor que te estudies eso y te dejes de tanta fiesta, sino estaremos haciendo los dos el tonto.
-¿Cómo? – Intentaba asumir lo que me acababa de decir aquel rubito con aires de superioridad.
-Adiós. – Colgó su bandolera en el hombro y comenzó a dar pasos por toda la habitación intentando llegar a la puerta.
-¿Puedes repetir eso último que me has dicho? – Le pregunté cuando estaba a punto de girar el pomo de la puerta. Él se giró y me miró haciendo una mueca de extraño.
-¿Perdón?  -Decidió decir.
- Si fuese tú yo me andaría con más cuidado. – Me levanté de la silla y me puse unos pasos más cerca de él. – A mí me influye nada y menos que un rubito de metro setenta y muchos esté dándome clases de matemáticas por algo que debe de ganarse él. Estoy segura de que a mí me vendría mejor otro profesor que tuviese algo de idea de lo que hace y no fuese tan pasota como tú. – A medida que iba soltándole aquel sermón su cara cambiaba. – Si te piensas que me voy a callar a tus malos humores, mejor lárgate, pero no vuelvas. Estoy segura de que mi madre estará encantada, al igual que yo.

Ese chico se quedó mirándome y pestañeó un par de veces. Yo tomé aire y dejé descansar la voz.

-Si estoy aquí es por tu hermana, no porque tenga mayor interés en que una cría como tú apruebe una puta asignatura. – Contestó.
-Ni yo tengo interés en que un creído como tú me de clases de matemáticas. - Dije.

Niall me miró y chistó. ‘Menuda niñata’ Susurró. Se giró y comenzó a andar para abandonar la habitación, pero algo se interpuso en su camino y chocaron: Anne.

-¡Hola chicos! – Dijo entusiasmada.
-Hola. – Dijo Niall aún descolocado.

Yo ni si quiera la miré, estaba demasiado cabreada. Ese chico físicamente era de lo más precioso que había visto, pero era un imbécil. Sí, lo era, pero su manera de ser tan pasota tenía algo que me llamaba la atención. 

Algo que mientras que decía ‘mejor mañana no vengas’ me gritaba en mi cabeza que de verdad no quería eso. Que de verdad quería que viniese y que me explicase aun que fuese una suma de matemáticas.
Anne  y Niall abandonaron la escena y yo me quedé en mi habitación asimilando la situación.
A raíz de aquel momento, mi día pasó rápido. En cuanto me quise dar cuenta, ya eran las nueve de la noche. 

No me había quitado en todo el día la discusión de Niall de la cabeza y pensé que salir a la fiesta de la vecina de Amy, me iba a ayudar a distraerme.

Abrí el armario y escogí un vestido fino el calor me jugaría una mala pasada sino. Bajé las escaleras y cogí mis llaves. Abrí la puerta de casa justo cuando Liam y su novia, Marta, entraban a dentro.

-Buenas noches. – Les lancé una sonrisa. Ellos me la respondieron.
-¿Dónde vas? – Me preguntó Liam.
-Voy a casa de una amiga de Amy, a matar algo el rato. – Le contesté.
-Pásalo bien, enana. Luego hablamos.

Liam me guiñó un ojo mientras que Marta me sonrió. Se metieron para dentro y yo continué mi camino. Eran las diez menos cuarto y aún hacía mucho calor. Necesitaba un refresco. Me puse los auriculares y ellos hicieron que el camino se me hiciese más corto. En él no dejé de pensar en Niall ¿el por qué? Ni yo lo sé.

Llegué a casa de Amy y pulsé el botón de el timbre.

-¡Al fin llegas! Vamos a ser las últimas en llegar. – Exclamó Amy al verme.
-Yo también me alegro de verte. – La dije irónicamente.
-Vamos, pasa. Tardamos menos entrando por la puerta trasera. – Me dijo invitándome a entrar en su casa y salir al jardín el cual nos conduciría a la casa de su amiga la cual desconocía su nombre.
-¿Y qué se supone que celebramos? –Dije mientras atravesábamos aquel jardín donde en medio de él destacaba una piscina iluminada. Era la piscina comunitaria a la cual íbamos todos los veranos Sophie y yo. Amy siempre nos invitaba.
-Nada. Sus padres se fueron de fin de semana. – Contestó Amy.
-¿Y cómo se llama? ¿Y quién es? – Intervino Sophie.
-Tiffany.- Nos informó Amy. – Vamos, pasad.

Entramos por aquella puerta que estaba abierta. Eso significaba que podría entrar quien quisiese. En esa casa había gente, mucha gente. Algunos en los sofás que decoraban el jardín interior, otros en las escaleras bailando a lo loco la música que se escuchaba desde kilómetros más atrás. Parejas sentadas en los sofás. 

Típicas escenas de fiestas. Y yo aún, estaba muerta de sed. Después de andar cinco minutos contemplando aquella situación, me decidí a acercarme a la barra para coger algún refresco. Avisé a Amy y Sophie y comencé a andar hacia ahí.

El camarero hacía malabares con botellas de algún refresco que desconocía. Quizá fuese alcohol. Miré a mi derecha y había un par de chicas riéndole su show. Comprendí por qué hacía esa idiotez con las botellas.
-Una pepsi, por favor. – Le pedí a aquel chico. Él me hizo caso omiso y continuó su numerito. -¡Oye! –Alcé la voz. -¿Me puedes poner una pepsi? – El chico paró de hacer los malabares y se acercó a mí. Me miró con cara de asco y vertió la pequeña botella de pepsi en mi vaso.

-Gracias. – Le agradecí.
-Hola. – Una voz masculina destacó en mi oído izquierdo. Miré. Era Marcos.
-Hola Marcos. – Le sonreí.
-Pensaba que no vendrías. – Me dijo.
-¿Por qué no iba a venir? – Le pregunté extrañada.
-Me dijeron que no vendría. – Me confesó.
-Bueno pues... gracias.– Agradecí avergonzada.
-Vienes muy guapa.
-¡¿CÓMO?! – Alcé la voz para escuchar lo que me estaba diciendo por culpa de la música. Le miré y él me indicó con su mano la idea de salir al exterior yo asentí con la cabeza.

Cogí aquel vaso de tubo de la barra y me di la vuelta. Algo me interrumpió mi camino y hizo que toda mi bebida se vertiese sobre un torso. Al parecer, masculino.

Levanté la mirada entre una mezcla de sentimientos: Avergonzada y rabiosa. Avergonzada porque acababa de manchar a alguien, y ese alguien era un chico. Y rabiosa porque no hacía ni cinco segundos que había pedido esa bebida.

-Oh, perdón, disculpa. – Me disculpaba sin ser capaz de levantar la mirada hacia aquel chico. No quería ver que su mirada me atravesase.
-¡Tú! – La voz de aquel chico me alertó. No se había quejado de que le hubiera manchado, ni tampoco se quejaba de que me hubiera puesto en su camino. Simplemente se limitó a exclamarme un simple: ¡TÚ!
¿Quién sería?

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